QUINTILLAS AL CERRO DE SAN CRISTOBAL Y LOS PERULES. MAZARRÓN.
QUINTILLAS AL CERRO DE SAN CRISTOBAL Y LOS PERULES. MAZARRÓN.
El cerro estalla en su espiral,
telúrico en su llamarada,
verde, violeta y mineral,
de luz ocre y ferruginal.
Plúmbeo, púrpura y ardor,
el amarillo reverbera,
y un térreo pulso abrasador
desgarra la vieja cantera
con majestad y con dolor.
Mazarrón canta su verdad
con voz de mina y de barrena;
ningún pincel da claridad
a su paleta tan ajena
al arte de la vanidad.
Los castilletes, al rezar
con su estructura ya vencida,
parecen torres de un altar
que en vez de dar nueva vida
la fueron honda a sepultar.
Se quejan dentro de la piel
del cerro, voces apagadas,
mineros, sombra de un laurel,
que alzaron tantas jornadas
con sangre en lugar de papel.
Quedan naves, ruinas, pasión
de arquitectura aún sin nombre,
basílicas de su función,
templos de hierro y de hombre,
arqueología sin nación.

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