BAJO EL LECHOSO CIELO DE LIMA I

 


Perú, herencia viva de la historia,
tres veces tierra: cumbre, selva, arena,
con Lima, su fulgor y su memoria,
legado universal que al mundo suena.
Milagro urbano en barro se revela:
una pirámide junto a Miraflores,
la Huaca Pucllana, que aún consuela
la voz sagrada de sus constructores.
Octógono prodigio de occidente,
de órdenes, cornisas y retablos;
San Pedro, San Agustín y su gente,
Santo Domingo y los franciscanos.
La plaza en su latido lo condensa:
catedral, palacio, el virreinato,
el arte en San Francisco reverbera,
Zurbarán alumbra el arrebato.
Cincuenta mil fémures en la tierra,
silencio y hueso al pie de la muralla;
Rímac murmura el fin de vieja guerra
y el cerro es testimonio de la falla.
La sangre campesina aquí buscó
refugio de Sendero y su demencia;
la Lima antigua, entonces, se templó
con años de dolor y resistencia.


Nota explicativa al poema Bajo el cielo lechoso de Lima I

El poema es un conjunto de serventesios —estrofas de cuatro versos endecasílabos con rima alterna (abab)— elaborados a partir de una serie de observaciones, conceptos e imágenes relacionados con el Perú y especialmente con su capital, Lima, que el autor pudo experimentar en su reciente viaje. 

El poema sintetiza y pone en clave de poema  reflexiones personales. Destacando, de esta forma, tanto lo prodigioso de hallar una pirámide prehispánica (la Huaca Pucllana) en pleno distrito moderno de Miraflores, como la singularidad del centro histórico de Lima, definido por un octógono monumental que articula los templos de las grandes órdenes religiosas del Virreinato (franciscanos, dominicos, agustinos y jesuitas) en torno a la Plaza de Armas, la Catedral y el Palacio Episcopal.

Además, incorporo alusiones a la Basílica y Convento de San Francisco el Grande, admirado por Ramón Menéndez Pidal como uno de los más nobles monumentos del mundo hispánico, cuyas catacumbas acogen los restos de unas 25.000 almas. También se evoca la muralla colonial, el río Rímac, y el Cerro San Cristóbal, lugar emblemático en la Lima contemporánea, testigo de migraciones forzadas provocadas por el terror a Sendero Luminoso, movimiento guerrillero comparado aquí con los jemeres rojos por su violencia ideológica.

El poema busca articular todos estos elementos desde una perspectiva estética e histórica, reconociendo al Perú como una nación de paisajes múltiples —cumbre, selva, arena— y a Lima como un palimpsesto en el que conviven lo indígena, lo colonial y lo contemporáneo. El tono quiere ser reflexivo, aunque a veces resulte elegíaco, pero siempre admirativo, orientado a destacar la densidad simbólica y patrimonial de la ciudad.

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