EL MAR Y LA PRIMAVERA EN LA BAHÍA, CON UN RECUERDO A MANUELITA
QUINTILLAS DEL MAR Y LA PRIMAVERA EN LA BAHÍA, CON UN RECUERDO A MANUELITA*
En Mazarrón, la primavera
despierta al mar con luz dorada,
y en Isla Plana reverbera
la brisa en calma, perfumada.
Los tarayes, verdes y umbrosos,
forman bosques de galería,
y sus rincones vaporosos
guardan frescores armoniosos
bajo la mañana, a porfía.
Junto a mimosas en floridas
guirnaldas de oro refulgente,
sus troncos de formas torcidas
se alzan sobre tierras heridas
por tajos de ocre ferrugente.
Mimosas sobre azul marino,
mimosas sobre acantilados,
y en lontananza el monte vecino,
las sierras de perfil divino
que el aire viste de tornados.
Caléndulas en la ladera
de la ermita que al mar se asoma,
y allá en la playa de La Calera,
donde la huella es más severa,
el tiempo en piedra se desploma.
El embarcadero olvidado
de Estigia y de Aqueronte,
sobre un lecho mineralizado,
sueña su reflejo anclado
observando al platero monte.
Montes azules en lontananza,
Picadera y Panadera,
vigías de eterna templanza,
custodian el viento y su danza
en esta tierra marinera.
Mas no son solo aquí veneradas,
las mimosas, de dorada espuma,
cruzaron tierras alejadas,
y en Hispanoamérica, abrazadas,
brillaron con la misma bruma.
Allí las llaman con su otro nombre,
aromos de fulgor fragante,
y entre susurros en donde un hombre
teje la historia, su drama asombre:
Manuelita Rosas, vibrante.
Con troncos fuertes, retorcidos,
que el tiempo marca con su huella,
los aromos son conocidos,
en sombra y luz engrandecidos,
como un amor que allí se estrella.
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